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"En la reunión del
pasado 16 de enero presenté a los miembros de la
mesa un documento para la reflexión y el debate.
En él se proponían -a modo de alternativas-
dos posibles tareas que podría acometer Mesa en
lo que queda de legislatura, de modo que sus trabajos
quedaran de cara al futuro.
La primera tarea consistía en limitar el trabajo
de la Mesa, en lo que queda de legislatura, a poner orden
en sus filas y reducir al mínimo las actuales discrepancias
públicas entre los partidos.
La segunda, más ambiciosa, perseguía propiciar
una cuerdo de fondo sobre el horizonte final de "salida
dialogada", que todos consideramos inevitable y diseñar,
a partir de dicho acuerdo una estrategia activa y global
de pacificación.
Los miembros del a Mesa consideraron que la primera tarea,
con ser absolutamente necesaria, no iba a resultar suficiente
para restablecer el consenso con garantías de estabilidad
y se inclinaron por abordar la segunda a partir de las
líneas de reflexión marcadas en el mencionado
documento. Entendieron, además que tal decisión
daba cumplimiento al compromiso de abordar la llamada
"segunda fase" de la Mesa, tal y como fue adoptado
en reunión del 2 1 de febrero de 1997 ( punto 4
del documento de aquella reunión ).
A raíz de esta decisión, he mantenido
conversaciones con representantes de cada uno de los
partidos de la Mesa así como con el presidente
del Gobierno central y los máximos líderes
de los partidos de ámbito estatal. Todos ellos
conocen el documento presentado en la reunión
del 16 de enero.
Dichas conversaciones han puesto de manifiesto un desigual
grado de aceptación de las propuestas contenidas
en el documento pero en ninguna de ellas se ha revelado
la actitud de rechazo frontal al mismo.
Nadie ha presentado tampoco una contrapropuesta alternativa,
aunque sí han adelanto objeciones concretas,
tanto de oportunidad como de contenido, a ciertos aspectos
del documento.
Todos han aceptado, en cualquier caso, que lo que en
él se expone puede servir de punto de partida
para un debate y eventual consenso de los partidos en
torno a la superación definitiva del a violencia
que sufre nuestro país a causa del terrorismo
de ETA. Siendo esto así y, con el debate del
documento, me ha parecido llegado el momento de entre
garlo a los miembros de la Mesa las siguientes modificaciones.
Primero y, dado que la decisión adoptada
fue la de abordarla segunda tarea, el presente documento
omite, por innecesario, todo lo que en el original ser
refería a la primera.
Segundo, se han modificado algunas expresiones
y añadido algunas consideraciones a raíz
de las conversaciones mantenidas con los partidos.
Tercero, se ha completado la propuesta conferencia
sea aquellos artículos del acuerdo de Ajuria
Enea en los que, sin citarlos, se sustentaba.
Dicho esto, se
recoge a continuación la propuesta de debate
que e se hacía en el documento del 16 de enero.
Para un acuerdo sobre el "final dialogado"
La segunda tarea, es decir, la de propiciar una cuerdo
de fondo sobre el horizonte final de "salida dialogada"
y diseñar, a partir de dicho acuerdo, una estrategia
activa y global de pacificación, exige un debate
sin cero y discreto sobre ciertos problemas de calado
político.
La pregunta básica que habríamos de contestar
podría formularse, más o menos, de la
siguiente manera:
¿Qué puede y quiere hacer nuestro sistema
democrático para propiciar el doble objetivo
de que:
1. ETA deje
de intervenir en política, mediante la llamada
"lucha armada" [ el terrorismo ]
2 . la disidencia política que la apoya [ Herri
Batasuna ] se integre definitivamente en la actividad
política propia del sistema democrático.
No se trata, como es obvio, de insistir ahora en aquellas
respuestas en las que ya estamos de acuerdo. Así,
por ejemplo, la necesidad de una correcta y eficaz acción
policial y judicial o la conveniencia de mantener la
presión política y social son ya, para
todos nosotros, sobre entendidos en los que no hace
falta insistir.
La pregunta pretende ir más lejos de lo ya acordado
y suscitar una respuesta conjunta precisamente en aquel
terreno en el que, hasta el momento, no hemos lo grado
ponernos de acuerdo.
Ahora bien, si en algo no estamos de acuerdo hoy, es
en la concepción que cada uno se ha hecho del
horizonte final en que habrá de superarse definitivamente
la violencia.
Este es, por tanto, el terreno que debe ser trabajado
de manera prioritaria.
El acuerdo de Ajuria
Enea prevé y, todos consideramos inevitable y
hasta deseable, un horizonte final de diálogo
( "final dialogado").
Pero, más allá de las palabras que usamos
en común, mantenemos profundas diferencias en
torno al significado que le damos. La expresión
"Final dialogado" se convierte así
en una especie de "muletillas" carente de
significado unívoco y concreto.
Este desacuerdo
sobre el "horizonte final" no es irrelevante
para el proceso de pacificación. Su superación
no puede ser tampoco aplazada por mucho tiempo, alegando,
por ejemplo, que, como tal horizonte vendrá al
final del proceso, "ya lo diseñaremos cuando
lleguemos al final". Porque ocurre , más
bien, que el desacuerdo sobre el "horizonte final
" pone en entre dicho muchos de los acuerdos que
ya teníamos alcanzados sobre el proceso que conduce
a él. Y es que, a falta de un acuerdo sobre las
dudas y los recelos sobre la procedencia o improcedencia
de ciertos pasos importantes que han de darse a lo largo
del proceso.
Procede, por tanto,
saber ya desde ahora si todos queremos llegar al mismo
fin para poder ponernos de acuedo sobre los pasos que
conducen a él. La pregunta sobre el "horizonte
final" no es, pues, no prematura ni inoportuna.
Su res puesta resulta, más bien, imprescindible
para poder diseñar una estrategia global de pacificación.
De otro lado, es evidente que, hoy por hoy, no podemos
ofrecer un diseño acabado de ese horizonte final.
Pero sí podemos descartar, ya desde ahora, algunos
elementos esperar que se incluyan en él y definir
otros que es razonable prever que estarán presentes.
De esto va el siguiente razonamiento.
PREMISAS :
1 . - Así, por lo que se
refiere al mundo ETA - HB y tratando de hacer un ejercicio
de realismo político, resulta razonable prever
lo siguiente:
a) ETA no va a renunciar a su "lucha armada"
como consecuencia de una
derrota policial. Esto es, al menos, lo que todos
decimos, incluido el Ministerio del Interior. Más
de 30 anos de "lucha antiterrorista" desde
posiciones dictatoria les y democráticas, parecen
avalar esa creencia común. No es, pues, razonable
pensar, por nuestra parte, en una victoria policial.
b) No es razonable prever tampoco
que ETA va ya a renunciar a la "lucha armada"
ni que HB va ya a incorporar sea la actividad política
propia del sistema democrático en razón
de una especie de "conversión" forzada
o espontanea, a las bondades del actual sistema. Por
mucho que nos gusta raque así fuera o por exigible
que lo consideremos des de el punto de vista ético
y democrático, no es razonable pensar que vayan
a abandonar lo que ellos viven como "30 anos
de lucha y sufrimiento" a cambio de nada o, por
decir lo más explícitamente, a cambio
del status quo constitucional y estatutario. Ellos
temen que tal "conversión" sería
interpretada, por propios y extraños, como
una rendición en toda regla. En este sentido,
si la "derrota policial" queda descartada,
tampoco es previsible -por mucho que nos duela- que
se produzca una "derrota política"
tan cruda y brutal como la a qué expresada.
No es, pues, razonable prever que se produzca una
especie de "desistimiento " colectivo en
ese mundo. La comparación con lo que ocurrió
con los poli - milis no parece procedente a este respecto.
Lo que aquellos hicieron aprovechando la transición
a la democracia y al autogobierno no parece repetible
en una situación de democracia asentada y [
aquejada, según ellos, de notables vicios acumulados
].
Así pues, la renuncia de ETA a la - "lucha
armada" y la incorporación de HB al actual
sistema constitucional y estatutario no es previsible
que se produzcan "sin más" es decir,
como resultado de una especie de "conversión"
o "desistimiento", bien sea espontaneo o
forzado por las circunstancias [ eficacia policial,
acción political, aislamiento político,
presión social, etc ... ].
c) Siendo así "ni derrota
policial ni derrota política en términos
de desistimiento" el abandono de lo que ETA considera
su "lucha armada" y la incorporación
de HB a la actividad política democrática
requerirían, desde su punto de vista, de algo
que ellos puedan interpreta como un incentivo político
que los justifique ante su propia gente. Por lo que
sabemos, tal incentivo no parece que pueda ser otro
que un diálogo - llámenlo ellos
"negociación" y nosotros "final
dialogado"- que sea susceptible, al menos en
principio, de incidir efectivamente en el actual sistema
constitucional y estatutario. De momento, ésta
sería la constatación más atrevida
que podríamos hacer en común: un final
dialogado que sea susceptible, en principio, de incidir
en el actual sistema jurídico - político,
parece ser el requisito mínimo que ETA y HB
exigirían para abandonarla violencia [ ETA
] e incorporar sea los procedimientos democráticos
[ HB ].
2 . - A la inversa, mirando el proceso des de la
perspectiva de los partidos políticos, deberíamos
saber a estas alturas, al menos, lo siguiente:
a) Ningún Gobierno democrático
va a entablar un diálogo político (resolutivo
del problema) con una organización "terrorista"
en ejercicio.
No es sólo cuestión de legitimidad democrática.
Se trata de un a imposibilidad fáctica. Ningún
Gobierno lo resistiría.
La necesidad, por tanto, de un "cese de hostilidades"
por parte de ETA, previo a cualquier diálogo
político (resolutivo) es absoluta. No es razonable
tampoco, prever que el final dialogado, el diálogo
político resolutivo pueda tener como protagonistas
a un Gobierno democrático y a una organización
terrorista, a un cuando ésta se encuentre en
situación de "alto el fuego". A estas
alturas, cabe excluir, por múltiples razones
( de legitimidad y de viabilidad fáctica) la
escenificación de tal bilateraldiad ...
LA PROPUESTA
1 . - Condiciones de posibilidad de diálogo
a) ETA deberá interiorizar,
antes que nada, que tiene que dejar de ejercer la
"lucha armada" [ el terrorismo ] para que
pueda iniciar se un diálogo político
productivo. Nuestro discurso a este respecto ha de
ser unívoco y sostenido. No cabe diálogo
político resolutivo, mientras ETA se mantenga
en ejercicio.
b) Es difícil responder por
cuánto tiempo deberá ETA dejar el ejercicio
del a lucha armada con el fin de hacer creíble
su voluntad inequívoca de acabar con el conflicto
violento. Parece razonable pensar que, a estas alturas
del proceso, sería exigible un "cese ilimitado
en el tiempo", con el compromiso, por la otra
parte, de un inicio y un fin prefijados del periodo
de diálogo político.
c) Para este cese, ETA querrá
conocer de antemano el diálogo que nos proponemos.
Hacérselo saber parece imprescindible.
La falta de este conocimiento por parte de ETA o,
lo que [ entre otras razones evidentes ] ha permitido
que, hasta ahora y con la excepción quizá
de enero de 1989, todas las treguas lanzadas por ETA
han tenido una intención meramente táctica.
Ahora se trataría de que ETA no pueda manejar
las treguas a su gusto,
sino de que se anuncie y mantenga en respuesta a una
oferta concreta de pacificación. No podemos
estar a merced de las treguas de ETA, sino que ETA
debe poner la tregua a merced de la paz.
d) También la opinión
pública deberá conocer el marco general
del eventual diálogo. En una sociedad democrática
y abierta, sería imposible sustraer a la sociedad
un asunto de esta envergadura , al menos en sus rasgos
esenciales . De otro lado, la implicación de
la opinión pública resulta conveniente,
toda vez que su capacidad de neutralizar iniciativas
políticas es enorme. El proceso debe ser entendible,
asumible y plausible para la opinión pública
democrática porque necesita su complicidad.
2 . - Los interlocutores
a) ETA deberá asumir que, en
cuanto tal organización, no podrá ser
interlocutor en ese eventual diálogo resolutivo.
No lo soportarían los interlocutor es de la
otra parte ni la opinión pública. Es
cuestión de pragmatismo [ además de
legitimidad ] . Los interlocutor es deberán
estar legitimados por su representatividad popular.
HB deberá, por tanto, asumir directamente la
interlocución. La bilateralidad Gobierno -
ETA en un diálogo político resolutivo
[ negociación ] debe quedar excluida de antemano.
El discurso de los partidos deberá a ser también
unívoco y sostenido en esto. Es la manera más
eficaz de convencerá ETA de la inutilidad de
su empeño en continuar con la violencia, que
en este proceso sobra y estorbar. ETA tiene que en
tender lo y asumir lo. El diálogo, si se da,
no será consecuencia de la violencia, sino
de su cese.
b) Los interlocutores deberán
ser, por tanto, sólo y exclusivamente los partidos
representativos. Más aún, el protagonismo
deberá recaer, en una primera instancia, sobre
los partidos representativos de la sociedad vasca.
El problema es, ante todo y sobre todo, un problema
vasco, a un que consista en la problemática
y contradictoria interpretación que los vascos
hacemos de un asunto que concierne también
a terceros: la cuestión nacional. Nosotros
somos los que, en principio, tenemos que llegar a
un arreglo. Deberá aceptarse, portanto, que
el núcleo del problema no está en una
confrontación Estado - Euskadi, sino que consiste
en la contraposición de opiniones vascas sobre
lo que somos y que remos ser [ también en relación
con España, por su puesto ].
c) Habrá de aceptar se también
que el diálogo entre los partidos de representación
vasca con cierne al conjunto del Estado. En tal medida,
las instancias representativas del Estado deberán
participar en el proceso, lo que en principio ya viene
garantizado a través de la representación
vasca de los partidos de ámbito estatal. Así,
los consensos que habrían de alcanzarse entre
los partidos vascos serán también asumibles
en el ámbito estatal. Más aún.
El proceso que se propone debe contemplarse des de
una perspectiva pragmática. No se pone en cuestión
la soberanía ni su residencia, cuestiones que
deben quedar obviadas. Más bien, desde la soberanía
actualmente reconocida, se opta por un determinado
procedimiento de resolución.
Desde esta perspectiva, las instancias
competentes del Estado, como parte concernida por el
proceso, optan por y declaran de antemano su disposición
a:
1 ) Dejar la resolución dialogada
del conflicto en manos de los partidos representativos
de la sociedad vasca;
2 ) Hacer propios los acuerdos que
aquéllos puedan alcanzar en las instituciones
vascas y
3 ) Pactar con éstas su eventual
incorporación al ordenamiento jurídico
con el fin de que puedan resultar operativos.
3 . - Los contenidos del diálogo
El diálogo político resolutivo versará
sobre la llamada "cuestión nacional"
[ el modelo de autogobierno del que los vascos querríamos
dotarnos ] . A partir de la situación existente
y de la aceptación, al menos fáctica,
de las institución es de autogobierno actuales,
cuya legitimidad democrática es incuestionable
para nosotros, se negociaría una agenda, se acordaría
un procedimiento y eventualmente se alcanzarían
unos consensos cuyo nivel, para que sean suficientes,
debe estar fijado de antemano. Todas las partes se comprometerían
de antemano a acatarlos y ETA, en particular, habría
de dejar claro, desde el inicio, que ni interferirá
en el proceso ni volverá a su actividad violenta,
si los resultados no le satisfacen. El compromiso con
los procedimientos democráticos ha de ser inequívoco
y definitivo desde antes de iniciar el proceso.
La extensión del periodo de diálogo y
la negociación debería estar fijada de
antemano. El proceso debería ser abierto en sus
dos extremos, sin condiciones previas y sin límites
de resultados. Un ejemplo: ni el reconocimiento de la
autodeterminación podría ser condición
previa para iniciar quedar excluido a priori como eventual
resultado del consenso. Podría pensarse en un
escalonamiento temporal de los acuerdos para hacer los
efectivos y que, sometidos a la prueba del tiempo (dos
o tres años), pudieran sedimentar y ser presentados
con mayor sosiego al refrendo popular. Asimismo, el
proceso se cerrará con un compromiso de
adhesión leal y duradera por parte de los partidos
implicados, de modo que lo acordado recibiera garantías
suficientes de estabilidad y permanencia
4 . - Cuestiones procedimentales.
a) Antes de abrir el proceso se requerirían
intensos procesos de diálogo, con la máxima
discreción, para madurar la propuesta y hacerla
viable. Este diálogo implicaría a los
partidos de la Mesa, al Gobierno central, la oposición
estatal y al mundo de ETA y HB. Se requeriría
además un intenso
proceso de información a la opinión
pública.
b) Convendría un estudio serio sobre la cobertura
jurídica del proceso, incluyendo una investigación
sobre las posibilidades de la Constitución
y el Estatuto. Sin embargo, la dirección de
todo el proceso debería ser
eminentemente política y, desde una voluntad
política decidida, cabría quizá
una lectura constitucional y estatutaria que diera
cabida a los consensos que pudieran alcanzarse.
c) Debatida y madurada la propuesta, debería
formularse y presentarse de manera adecuada. Entonces
habría que decidir quién o quiénes
la presentan y cuándo y cómo se hace.
CONCLUSIONES
Todo lo que antecede no es, como puede claramente deducirse,
una propuesta formal de diálogo dirigida a ETA
y HB. En el estado actual, es, simplemente, una propuesta
para el acuerdo dirigida a los partidos que integran
la Mesa de Ajuria Enea. Todos somos conscientes de que
en las actuales circunstancias, no se dan las condiciones
para dirigir propuestas de este tipo al mundo de ETA
- HB. Menos aún, si no están suficientemente
acordadas entre nosotros.
Pero aclaro esto, las mismas circunstancias actuales
son las que nos apremian a construir acuerdos sobre
este asunto. La sociedad vasca no está dispuesta
a que se le enquiste indefinidamente este problema y
a tener que convivir con él sin esperanza solución.
La propuesta que
se hace suscitará, como es obvio, múltiples
preguntas, recelos y resistencias. Es natural. Pero
la gran pregunta que plantea y que plantea y que debemos
contestar es si servirá para alcanzar la paz.
Si así fuera, todos los trastornos que provoca
habrían merecido la pena.
De momento, sin
embargo, se nos abre otro interrogante previo. Si nosotros,
los partidos democráticos, alcanzáramos
un acuerdo sólido en torno a una propuesta de
este tipo, ¿no habríamos conseguido ya,
sólo con ello, reforzar nuestra unidad y recuperar
el liderazgo en el proceso de pacificación? Quizá
sólo por esto merezca la pena su toma en consideración.
Porque, definido
el horizonte final, nos resultará más
fácil juzgar la procedencia o improcedencia de
todos los demás elementos que integran la lucha
antiterrorista y el proceso de pacificación.
No es momento de analizar ahora, uno por uno, todos
esos elementos: eficacia policial, acción judicial,
política penitenciaria, presión social,
discurso político a mantener, acercamiento o
aislamiento de HB, contactos con ETA, etcétera.
Lo que interesa subrayar es que tales elementos serán
correctos o incorrectos en la medida en que conduzcan
a un horizonte o nos desvíen de él. Este
debe ser el criterio para ponerlos en práctica
y juzgarlos. Como criterio general, todo aquello que
contribuya a hacer ver a ETA y HB la inutilidad de persistir
en la violencia será conducente a este horizonte.
De lo que en esta propuesta se trata es precisamente
de persuadir a ETA y HB de que el conflicto es menos
útil, menos cómodo y menos rentable, que
su resolución.
Y para terminar,
una última consideración. En el proceso
de pacificación, tal y como se concibió
en el acuerdo de Ajuria Enea, la posibilidad de un final
dialogado ha estado siempre presente. Se ha dicho a
veces, sin embargo, que la insistencia en esa posibilidad,
debilita la lucha terrorista y fortalece ("da alas")
a los violentos. Ha ido instándole así,
la tendencia a proscribir el término diálogo
del lenguaje democrático en el contexto de dicha
lucha, por temor a dejar al descubierto una debilidad
del sistema.
El planteamiento que en estas
páginas se ha hecho parte de una convicción
bien distinta. El diálogo, además de ser
atributo irrenunciable del sistema democrático,
constituye una de sus máximas fortalezas. Insistir
en el diálogo debilita las posiciones propias,
sólo cuando no se concretan, a la vez, sus condiciones
y sus contenidos. Es decir, cuando se da a entender
que a través del diálogo, cualquier cosa
es posible en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia.
No cabe duda de que este error se ha cometido. Pero,
cuando la oferta de diálogo viene acompañada
de una clara de limitación de sus condiciones
de posibilidad, de sus procedimientos y de sus contenidos,
en vez de debilidad, significa fortaleza. Tales, creo
yo, la oferta de diálogo de la que aquí
se trata. Bajo estas condiciones, insistir en el diálogo
y propiciarlo es siempre oportuno".
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