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29 de febrer
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PLA ARDANZA
Document filtrat a la premsa

  "En la reunión del pasado 16 de enero presenté a los miembros de la mesa un documento para la reflexión y el debate. En él se proponían -a modo de alternativas- dos posibles tareas que podría acometer Mesa en lo que queda de legislatura, de modo que sus trabajos quedaran de cara al futuro.
La primera tarea consistía en limitar el trabajo de la Mesa, en lo que queda de legislatura, a poner orden en sus filas y reducir al mínimo las actuales discrepancias públicas entre los partidos.
La segunda, más ambiciosa, perseguía propiciar una cuerdo de fondo sobre el horizonte final de "salida dialogada", que todos consideramos inevitable y diseñar, a partir de dicho acuerdo una estrategia activa y global de pacificación.
Los miembros del a Mesa consideraron que la primera tarea, con ser absolutamente necesaria, no iba a resultar suficiente para restablecer el consenso con garantías de estabilidad y se inclinaron por abordar la segunda a partir de las líneas de reflexión marcadas en el mencionado documento. Entendieron, además que tal decisión daba cumplimiento al compromiso de abordar la llamada "segunda fase" de la Mesa, tal y como fue adoptado en reunión del 2 1 de febrero de 1997 ( punto 4 del documento de aquella reunión ).


A raíz de esta decisión, he mantenido conversaciones con representantes de cada uno de los partidos de la Mesa así como con el presidente del Gobierno central y los máximos líderes de los partidos de ámbito estatal. Todos ellos conocen el documento presentado en la reunión del 16 de enero.
Dichas conversaciones han puesto de manifiesto un desigual grado de aceptación de las propuestas contenidas en el documento pero en ninguna de ellas se ha revelado la actitud de rechazo frontal al mismo.
Nadie ha presentado tampoco una contrapropuesta alternativa, aunque sí han adelanto objeciones concretas, tanto de oportunidad como de contenido, a ciertos aspectos del documento.
Todos han aceptado, en cualquier caso, que lo que en él se expone puede servir de punto de partida para un debate y eventual consenso de los partidos en torno a la superación definitiva del a violencia que sufre nuestro país a causa del terrorismo de ETA. Siendo esto así y, con el debate del documento, me ha parecido llegado el momento de entre garlo a los miembros de la Mesa las siguientes modificaciones.
Primero y, dado que la decisión adoptada fue la de abordarla segunda tarea, el presente documento omite, por innecesario, todo lo que en el original ser refería a la primera.
Segundo, se han modificado algunas expresiones y añadido algunas consideraciones a raíz de las conversaciones mantenidas con los partidos.
Tercero, se ha completado la propuesta conferencia sea aquellos artículos del acuerdo de Ajuria Enea en los que, sin citarlos, se sustentaba.

Dicho esto, se recoge a continuación la propuesta de debate que e se hacía en el documento del 16 de enero.
Para un acuerdo sobre el "final dialogado" La segunda tarea, es decir, la de propiciar una cuerdo de fondo sobre el horizonte final de "salida dialogada" y diseñar, a partir de dicho acuerdo, una estrategia activa y global de pacificación, exige un debate sin cero y discreto sobre ciertos problemas de calado político.
La pregunta básica que habríamos de contestar podría formularse, más o menos, de la siguiente manera:
¿Qué puede y quiere hacer nuestro sistema democrático para propiciar el doble objetivo de que:

1. ETA deje de intervenir en política, mediante la llamada "lucha armada" [ el terrorismo ]
2 . la disidencia política que la apoya [ Herri Batasuna ] se integre definitivamente en la actividad política propia del sistema democrático.

No se trata, como es obvio, de insistir ahora en aquellas respuestas en las que ya estamos de acuerdo. Así, por ejemplo, la necesidad de una correcta y eficaz acción policial y judicial o la conveniencia de mantener la presión política y social son ya, para todos nosotros, sobre entendidos en los que no hace falta insistir.
La pregunta pretende ir más lejos de lo ya acordado y suscitar una respuesta conjunta precisamente en aquel terreno en el que, hasta el momento, no hemos lo grado ponernos de acuerdo.
Ahora bien, si en algo no estamos de acuerdo hoy, es en la concepción que cada uno se ha hecho del horizonte final en que habrá de superarse definitivamente la violencia.
Este es, por tanto, el terreno que debe ser trabajado de manera prioritaria.

El acuerdo de Ajuria Enea prevé y, todos consideramos inevitable y hasta deseable, un horizonte final de diálogo ( "final dialogado").
Pero, más allá de las palabras que usamos en común, mantenemos profundas diferencias en torno al significado que le damos. La expresión "Final dialogado" se convierte así en una especie de "muletillas" carente de significado unívoco y concreto.

Este desacuerdo sobre el "horizonte final" no es irrelevante para el proceso de pacificación. Su superación no puede ser tampoco aplazada por mucho tiempo, alegando, por ejemplo, que, como tal horizonte vendrá al final del proceso, "ya lo diseñaremos cuando lleguemos al final". Porque ocurre , más bien, que el desacuerdo sobre el "horizonte final " pone en entre dicho muchos de los acuerdos que ya teníamos alcanzados sobre el proceso que conduce a él. Y es que, a falta de un acuerdo sobre las dudas y los recelos sobre la procedencia o improcedencia de ciertos pasos importantes que han de darse a lo largo del proceso.

Procede, por tanto, saber ya desde ahora si todos queremos llegar al mismo fin para poder ponernos de acuedo sobre los pasos que conducen a él. La pregunta sobre el "horizonte final" no es, pues, no prematura ni inoportuna. Su res puesta resulta, más bien, imprescindible para poder diseñar una estrategia global de pacificación. De otro lado, es evidente que, hoy por hoy, no podemos ofrecer un diseño acabado de ese horizonte final. Pero sí podemos descartar, ya desde ahora, algunos elementos esperar que se incluyan en él y definir otros que es razonable prever que estarán presentes. De esto va el siguiente razonamiento.

PREMISAS :

1 . - Así, por lo que se refiere al mundo ETA - HB y tratando de hacer un ejercicio de realismo político, resulta razonable prever lo siguiente:
a) ETA no va a renunciar a su "lucha armada" como consecuencia de una
derrota policial. Esto es, al menos, lo que todos decimos, incluido el Ministerio del Interior. Más de 30 anos de "lucha antiterrorista" desde posiciones dictatoria les y democráticas, parecen avalar esa creencia común. No es, pues, razonable pensar, por nuestra parte, en una victoria policial.

b) No es razonable prever tampoco que ETA va ya a renunciar a la "lucha armada" ni que HB va ya a incorporar sea la actividad política propia del sistema democrático en razón de una especie de "conversión" forzada o espontanea, a las bondades del actual sistema. Por mucho que nos gusta raque así fuera o por exigible que lo consideremos des de el punto de vista ético y democrático, no es razonable pensar que vayan a abandonar lo que ellos viven como "30 anos de lucha y sufrimiento" a cambio de nada o, por decir lo más explícitamente, a cambio del status quo constitucional y estatutario. Ellos temen que tal "conversión" sería interpretada, por propios y extraños, como una rendición en toda regla. En este sentido, si la "derrota policial" queda descartada, tampoco es previsible -por mucho que nos duela- que se produzca una "derrota política" tan cruda y brutal como la a qué expresada.
No es, pues, razonable prever que se produzca una especie de "desistimiento " colectivo en ese mundo. La comparación con lo que ocurrió con los poli - milis no parece procedente a este respecto. Lo que aquellos hicieron aprovechando la transición a la democracia y al autogobierno no parece repetible en una situación de democracia asentada y [ aquejada, según ellos, de notables vicios acumulados ].
Así pues, la renuncia de ETA a la - "lucha armada" y la incorporación de HB al actual sistema constitucional y estatutario no es previsible que se produzcan "sin más" es decir, como resultado de una especie de "conversión" o "desistimiento", bien sea espontaneo o forzado por las circunstancias [ eficacia policial, acción political, aislamiento político, presión social, etc ... ].

c) Siendo así "ni derrota policial ni derrota política en términos de desistimiento" el abandono de lo que ETA considera su "lucha armada" y la incorporación de HB a la actividad política democrática requerirían, desde su punto de vista, de algo que ellos puedan interpreta como un incentivo político que los justifique ante su propia gente. Por lo que sabemos, tal incentivo no parece que pueda ser otro que un diálogo - llámenlo ellos
"negociación" y nosotros "final dialogado"- que sea susceptible, al menos en principio, de incidir efectivamente en el actual sistema constitucional y estatutario. De momento, ésta sería la constatación más atrevida que podríamos hacer en común: un final dialogado que sea susceptible, en principio, de incidir en el actual sistema jurídico - político, parece ser el requisito mínimo que ETA y HB exigirían para abandonarla violencia [ ETA ] e incorporar sea los procedimientos democráticos [ HB ].


2 . - A la inversa, mirando el proceso des de la perspectiva de los partidos políticos, deberíamos saber a estas alturas, al menos, lo siguiente:

a) Ningún Gobierno democrático va a entablar un diálogo político (resolutivo del problema) con una organización "terrorista" en ejercicio.
No es sólo cuestión de legitimidad democrática. Se trata de un a imposibilidad fáctica. Ningún Gobierno lo resistiría.
La necesidad, por tanto, de un "cese de hostilidades" por parte de ETA, previo a cualquier diálogo político (resolutivo) es absoluta. No es razonable tampoco, prever que el final dialogado, el diálogo político resolutivo pueda tener como protagonistas a un Gobierno democrático y a una organización terrorista, a un cuando ésta se encuentre en situación de "alto el fuego". A estas alturas, cabe excluir, por múltiples razones ( de legitimidad y de viabilidad fáctica) la escenificación de tal bilateraldiad ...

LA PROPUESTA
1 . - Condiciones de posibilidad de diálogo

a) ETA deberá interiorizar, antes que nada, que tiene que dejar de ejercer la "lucha armada" [ el terrorismo ] para que pueda iniciar se un diálogo político productivo. Nuestro discurso a este respecto ha de ser unívoco y sostenido. No cabe diálogo político resolutivo, mientras ETA se mantenga en ejercicio.

b) Es difícil responder por cuánto tiempo deberá ETA dejar el ejercicio del a lucha armada con el fin de hacer creíble su voluntad inequívoca de acabar con el conflicto violento. Parece razonable pensar que, a estas alturas del proceso, sería exigible un "cese ilimitado en el tiempo", con el compromiso, por la otra parte, de un inicio y un fin prefijados del periodo de diálogo político.

c) Para este cese, ETA querrá conocer de antemano el diálogo que nos proponemos. Hacérselo saber parece imprescindible.
La falta de este conocimiento por parte de ETA o, lo que [ entre otras razones evidentes ] ha permitido que, hasta ahora y con la excepción quizá de enero de 1989, todas las treguas lanzadas por ETA han tenido una intención meramente táctica. Ahora se trataría de que ETA no pueda manejar las treguas a su gusto,
sino de que se anuncie y mantenga en respuesta a una oferta concreta de pacificación. No podemos estar a merced de las treguas de ETA, sino que ETA debe poner la tregua a merced de la paz.

d) También la opinión pública deberá conocer el marco general del eventual diálogo. En una sociedad democrática y abierta, sería imposible sustraer a la sociedad un asunto de esta envergadura , al menos en sus rasgos esenciales . De otro lado, la implicación de la opinión pública resulta conveniente, toda vez que su capacidad de neutralizar iniciativas políticas es enorme. El proceso debe ser entendible, asumible y plausible para la opinión pública democrática porque necesita su complicidad.

2 . - Los interlocutores

a) ETA deberá asumir que, en cuanto tal organización, no podrá ser interlocutor en ese eventual diálogo resolutivo. No lo soportarían los interlocutor es de la otra parte ni la opinión pública. Es cuestión de pragmatismo [ además de legitimidad ] . Los interlocutor es deberán estar legitimados por su representatividad popular. HB deberá, por tanto, asumir directamente la interlocución. La bilateralidad Gobierno - ETA en un diálogo político resolutivo [ negociación ] debe quedar excluida de antemano.
El discurso de los partidos deberá a ser también unívoco y sostenido en esto. Es la manera más eficaz de convencerá ETA de la inutilidad de su empeño en continuar con la violencia, que en este proceso sobra y estorbar. ETA tiene que en tender lo y asumir lo. El diálogo, si se da, no será consecuencia de la violencia, sino de su cese.

b) Los interlocutores deberán ser, por tanto, sólo y exclusivamente los partidos representativos. Más aún, el protagonismo deberá recaer, en una primera instancia, sobre los partidos representativos de la sociedad vasca. El problema es, ante todo y sobre todo, un problema vasco, a un que consista en la problemática y contradictoria interpretación que los vascos hacemos de un asunto que concierne también a terceros: la cuestión nacional. Nosotros somos los que, en principio, tenemos que llegar a un arreglo. Deberá aceptarse, portanto, que el núcleo del problema no está en una confrontación Estado - Euskadi, sino que consiste en la contraposición de opiniones vascas sobre lo que somos y que remos ser [ también en relación con España, por su puesto ].

c) Habrá de aceptar se también que el diálogo entre los partidos de representación vasca con cierne al conjunto del Estado. En tal medida, las instancias representativas del Estado deberán participar en el proceso, lo que en principio ya viene garantizado a través de la representación vasca de los partidos de ámbito estatal. Así, los consensos que habrían de alcanzarse entre los partidos vascos serán también asumibles en el ámbito estatal. Más aún. El proceso que se propone debe contemplarse des de una perspectiva pragmática. No se pone en cuestión la soberanía ni su residencia, cuestiones que deben quedar obviadas. Más bien, desde la soberanía actualmente reconocida, se opta por un determinado procedimiento de resolución.

Desde esta perspectiva, las instancias competentes del Estado, como parte concernida por el proceso, optan por y declaran de antemano su disposición a:

1 ) Dejar la resolución dialogada del conflicto en manos de los partidos representativos de la sociedad vasca;

2 ) Hacer propios los acuerdos que aquéllos puedan alcanzar en las instituciones vascas y

3 ) Pactar con éstas su eventual incorporación al ordenamiento jurídico con el fin de que puedan resultar operativos.

3 . - Los contenidos del diálogo El diálogo político resolutivo versará sobre la llamada "cuestión nacional"
[ el modelo de autogobierno del que los vascos querríamos dotarnos ] . A partir de la situación existente y de la aceptación, al menos fáctica, de las institución es de autogobierno actuales, cuya legitimidad democrática es incuestionable para nosotros, se negociaría una agenda, se acordaría un procedimiento y eventualmente se alcanzarían unos consensos cuyo nivel, para que sean suficientes, debe estar fijado de antemano. Todas las partes se comprometerían de antemano a acatarlos y ETA, en particular, habría de dejar claro, desde el inicio, que ni interferirá en el proceso ni volverá a su actividad violenta, si los resultados no le satisfacen. El compromiso con los procedimientos democráticos ha de ser inequívoco y definitivo desde antes de iniciar el proceso.
La extensión del periodo de diálogo y la negociación debería estar fijada de antemano. El proceso debería ser abierto en sus dos extremos, sin condiciones previas y sin límites de resultados. Un ejemplo: ni el reconocimiento de la autodeterminación podría ser condición previa para iniciar quedar excluido a priori como eventual resultado del consenso. Podría pensarse en un escalonamiento temporal de los acuerdos para hacer los efectivos y que, sometidos a la prueba del tiempo (dos o tres años), pudieran sedimentar y ser presentados con mayor sosiego al refrendo popular. Asimismo, el proceso se cerrará con un compromiso de
adhesión leal y duradera por parte de los partidos implicados, de modo que lo acordado recibiera garantías suficientes de estabilidad y permanencia


4 . - Cuestiones procedimentales.

a) Antes de abrir el proceso se requerirían intensos procesos de diálogo, con la máxima discreción, para madurar la propuesta y hacerla viable. Este diálogo implicaría a los partidos de la Mesa, al Gobierno central, la oposición estatal y al mundo de ETA y HB. Se requeriría además un intenso
proceso de información a la opinión pública.
b) Convendría un estudio serio sobre la cobertura jurídica del proceso, incluyendo una investigación sobre las posibilidades de la Constitución y el Estatuto. Sin embargo, la dirección de todo el proceso debería ser
eminentemente política y, desde una voluntad política decidida, cabría quizá una lectura constitucional y estatutaria que diera cabida a los consensos que pudieran alcanzarse.
c) Debatida y madurada la propuesta, debería formularse y presentarse de manera adecuada. Entonces habría que decidir quién o quiénes la presentan y cuándo y cómo se hace.

CONCLUSIONES
Todo lo que antecede no es, como puede claramente deducirse, una propuesta formal de diálogo dirigida a ETA y HB. En el estado actual, es, simplemente, una propuesta para el acuerdo dirigida a los partidos que integran la Mesa de Ajuria Enea. Todos somos conscientes de que en las actuales circunstancias, no se dan las condiciones para dirigir propuestas de este tipo al mundo de ETA - HB. Menos aún, si no están suficientemente acordadas entre nosotros.
Pero aclaro esto, las mismas circunstancias actuales son las que nos apremian a construir acuerdos sobre este asunto. La sociedad vasca no está dispuesta a que se le enquiste indefinidamente este problema y a tener que convivir con él sin esperanza solución.

La propuesta que se hace suscitará, como es obvio, múltiples preguntas, recelos y resistencias. Es natural. Pero la gran pregunta que plantea y que plantea y que debemos contestar es si servirá para alcanzar la paz. Si así fuera, todos los trastornos que provoca habrían merecido la pena.

De momento, sin embargo, se nos abre otro interrogante previo. Si nosotros, los partidos democráticos, alcanzáramos un acuerdo sólido en torno a una propuesta de este tipo, ¿no habríamos conseguido ya, sólo con ello, reforzar nuestra unidad y recuperar el liderazgo en el proceso de pacificación? Quizá sólo por esto merezca la pena su toma en consideración.

Porque, definido el horizonte final, nos resultará más fácil juzgar la procedencia o improcedencia de todos los demás elementos que integran la lucha antiterrorista y el proceso de pacificación. No es momento de analizar ahora, uno por uno, todos esos elementos: eficacia policial, acción judicial, política penitenciaria, presión social, discurso político a mantener, acercamiento o aislamiento de HB, contactos con ETA, etcétera. Lo que interesa subrayar es que tales elementos serán correctos o incorrectos en la medida en que conduzcan a un horizonte o nos desvíen de él. Este debe ser el criterio para ponerlos en práctica y juzgarlos. Como criterio general, todo aquello que contribuya a hacer ver a ETA y HB la inutilidad de persistir en la violencia será conducente a este horizonte. De lo que en esta propuesta se trata es precisamente de persuadir a ETA y HB de que el conflicto es menos útil, menos cómodo y menos rentable, que su resolución.

Y para terminar, una última consideración. En el proceso de pacificación, tal y como se concibió en el acuerdo de Ajuria Enea, la posibilidad de un final dialogado ha estado siempre presente. Se ha dicho a veces, sin embargo, que la insistencia en esa posibilidad, debilita la lucha terrorista y fortalece ("da alas") a los violentos. Ha ido instándole así, la tendencia a proscribir el término diálogo del lenguaje democrático en el contexto de dicha lucha, por temor a dejar al descubierto una debilidad del sistema.

El planteamiento que en estas páginas se ha hecho parte de una convicción bien distinta. El diálogo, además de ser atributo irrenunciable del sistema democrático, constituye una de sus máximas fortalezas. Insistir en el diálogo debilita las posiciones propias, sólo cuando no se concretan, a la vez, sus condiciones y sus contenidos. Es decir, cuando se da a entender que a través del diálogo, cualquier cosa es posible en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia. No cabe duda de que este error se ha cometido. Pero, cuando la oferta de diálogo viene acompañada de una clara de limitación de sus condiciones de posibilidad, de sus procedimientos y de sus contenidos, en vez de debilidad, significa fortaleza. Tales, creo yo, la oferta de diálogo de la que aquí se trata. Bajo estas condiciones, insistir en el diálogo y propiciarlo es siempre oportuno".