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29 de febrer
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Viva Zaplana!
Màrius Serra
 

[Publicat a La Vanguardia]


Pocos han comprendido el alcance real de la polémica iniciativa del Gobierno valenciano. El intento de valencianizar la lista de autores en los libros de texto valencianos tiene implicaciones más sutiles de las que se desprenden de un análisis precipitado. Resulta demasiado simple indignarse o escandalizarse (eso ya depende de sensibilidades) ante el localismo exacerbado de quien se plantea excluir de los libros de texto valencianos a Llull o Villalonga (Palma de Mallorca), a Rodoreda o Riba (Barcelona), a Pla (Palafrugell) o a Espriu (Santa Coloma de Farners), nacidos todos fuera de los límites administrativos de la comunidad que preside Zaplana (Cartagena). De hecho, bastaría con conseguir que los alumnos leyeran a fondo las obras de Ausiàs March (Gandía), Vicent Ferrer (Valencia), Jaume Roig (Valencia), Vicent Andrés Estellés (Burjassot) y Joan Fuster (Sueca), por poner un repóquer de ases, para que en pocos años el País Valenciano fuese una de las tierras más cultas de Europa.

Además, si el criterio geográfico que propugna Zaplana prosperase, los catalanes podríamos exportarlo como modelo a otras comunidades de autonomismo bien entendido. No creo que costase mucho convencer al Gobierno canario para introducir progresivamente al gran Àngel Guimerà (Santa Cruz de Tenerife) en los libros de texto de esta cálida comunidad. Para que los estudiantes canarios pudiesen penetrar en el alma de "Terra Baixa" sólo haría falta que el IEC estableciese centros de enseñanza intensiva de catalán en el Cabildo. Así, el alumnado insular vibraría como corresponde con las aventuras de Manelic y el lobo. Tras "Terra Baixa" (obligatoria), "Mar i cel" podría cosechar grandes éxitos como optativa. Salvando todas las distancias, una introducción gradual de las novelas de Maria Jaén (Utrera) en los libros de texto editados por la Junta de Andalucía permitiría que títulos como "Amorrada al piló" o "La dona discreta" fuesen degustados en versión original en el sur español. Bien llevada, la operación incluso podría internacionalizarse. Una correcta aplicación de los criterios geográficos en el marco de la Unión Europea permitiría la difusión de las obras originales de dos autores tan bien recibidos en Cataluña como Sergi Pàmies (París) o Matthew Tree (Londres). Naturalmente, el fenómeno no haría sino disparar la demanda de profesores de catalán en las zonas de influencia de estas dos grandes metrópolis y provocaría un nuevo tipo de turismo catalanista: las parejas a la espera de progenie viajarían para tener a sus hijos en ciudades exóticas, a las que acudir décadas más tarde en el caso de que el retoño les saliese escritor.

Reconozco que, en un día de efusión catalanista como hoy, resulta duro asumir el liderazgo moral del presidente Zaplana, cuyo apellido leído del revés anuncia una inquietante "anal-paZ" (¿qué debe de ser una paz anal?). Pero si lo vitoreo no es por ningún juego de palabras: si Eduardo Zaplana (Cartagena) impulsa esta limitación en los protagonistas de los libros de texto valencianos es por pura modestia presidencial. Para que quede establecido que él, nacido fuera de los límites de la comunidad, no figure jamás en los manuales de historia valencianos. ¡Viva Zaplana!